La
humanidad contemporánea conoce tres modelos básicos de democracia. Por un lado,
tenemos la ´vieja democracia burguesa´, aquella que nació en el curso de la
Independencia de los EEUU (1776) y de la Revolución Francesa (1789). Se
caracteriza por ser electoral “representativa”, periódica y elitista; en este
modelo siempre tendrán el poder los dueños del capital, banqueros, empresarios,
terratenientes y la alta burocracia dorada.
Por
otro lado, tenemos la democracia proletaria, socialista; surgió en el curso de
la Revolución Rusa de Octubre (1917). Se caracteriza por constituir “consejos”
de diputados obreros, campesinos y soldados, los ´soviets´, en donde el voto
popular va respaldado por un fusil en las manos de cada obrero. Hoy en día
ningún país tiene este sistema, ni siquiera Cuba o Corea del Norte pues
desviaron el curso de sus revoluciones hace muchos años atrás.
Finalmente,
tenemos la ´nueva democracia´, la república popular; surgió en el curso de la
Revolución China (1949). Se caracteriza por construir un nuevo poder de
obreros, campesinos, pequeños y medianos empresarios, e intelectuales
progresistas, a través de “asambleas populares” y el pueblo en armas. Finalizó,
temporalmente, con la muerte del Presidente Mao y la restauración del
imperialismo en China.
Actualmente
la “vieja democracia burguesa” es el modelo que gobierna en todo el mundo,
incluído el Ecuador. Es la base del sistema político del imperialismo. Está en decadencia
y se acerca su final, sus últimas décadas.
Los
siglos XVIII y XIX fueron el triunfo de la democracia burguesa. El siglo XX fue
el comienzo de un nuevo tipo de democracia. El siglo XXI será el triunfo
definitivo de la democracia proletaria y popular.
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